Alberto tiene 86 años, desde hace más de 10 viene siendo
afectado gravemente por el alzheimer. Su más profundo deseo era conocer el mar.
Poder acercarse a las olas, sentir el ir y venir del agua entre los dedos,
poder sumergir sus pies entre la arena y sentirse uno con el universo.
La vida no es la cantidad de veces que respiras sino la
cantidad de veces que perdemos el aliento. De esos pequeños instantes que nos
roban toda la inspiración y nos dejan en estado de contemplación con nuestro
alrededor. Disfrutar sin miedo del que sucederá.
Así como Alberto, la mente tiene el poder de seleccionar que
recordar, que volver a vivir por instante, que repetir una y otra vez, y otra
vez, por la infinidad. O de olvidar, de dejar a un lado todo lo malo (y bueno)
de la existencia misma, solo es programación mental.
Entre sus balbuceos incoherentes y discusiones sin víctimas
ni victimarios me expresó todo lo que quiso, hizo, deshizo y deseó mientras
estuvo consciente de su alrededor. Su familia hace todo el esfuerzo de
comprender que su mente ya no está en este planeta, y cuando suceden charlas
como la que sucedió conmigo no hacen sino sonreír y expresar con la mirada “no
le pare bolas”.
Eterno Resplandor de
una mente Sin Recuerdos nos dejó una perfecta enseñanza: no es necesario
bloquear esos segundos de felicidad porque ya no están, sino aprender a
recordarlos con alegría porque sucedieron y enriquecieron ese momento.
Por eso hay que entender la norma esencial de la existencia:
entender los ciclos normales de la vida, el principio y final de la vida misma,
el trabajo y el amor.
Así es la vida, extrañar lo que nos hace o hizo felices pero
sin que nos afecte. Alberto fue Teniente General de la Infantería de Marina colombiana por más de 40 años. Pasó más de la mitad de su vida junto a lo que
más deseó conocer.